7.2.08

paisajes habituales




te pido con señales que me toques con tu boca, cuanto menos se encuentran tus labios con mi piel más busco encontrarte y lo evitas hasta el final, intentando respirarme cerca. hay un beso, una forma de abrir tu boca y retorcer tus labios sobre mis piernas que se cruza como una tentación en cualquier momento; te busco en un rincón y nos imagino en lugares en los que nos podríamos haber cruzado en cualquiera de esos cuarenta y cinco días, no aprendo a manejar la máquina mental que vuela cuando se trata de imaginarte y florecer cuando respirás en mi espalda, cuando masticamos los mismos pensamientos. pienso en tu boca y se enciende una imágen: hay una esquina, en una de las habitaciones de esa casa que es el ojo, en la que nos imagino. estás de espalda a la pared y yo me apoyo en vos, de espaldas a tu pecho, tal vez porque me gusta que te guste mi espalda. la gente pasa y nosotros estamos ahí y hacemos con el tiempo lo que queremos, nadie nos ve, ¿nos ves?
y de repente ahora, en mi mente florecida, la pared es de piedra, los besos prometidos ya no son palabras y mientras me mirás desvestirme para vos, yo te pido que no me despiertes.





3 comentarios:

Equis dijo...

Definitivamente, estamos hablando de sexo... (diría Homero)

Javier Martínez Ramacciotti dijo...

¡Dios mío! Adoro las intertextualidades que son inter-coporalidades. Hay en esa remisión de un texto a otro un flujo de deseos, un ludismo de guiños y besos subrepticios, toda una dialógica de la líbido y de eros que supera con creces la mera estrategia semiotica. La espalda como metonimia de ella, el anhelo gritado de no despertar, ese edén textual que contruyen como obreros amorosos entre vos y E. Me en-can-ta. Definitivamente(como dice Exe supra) estamos hablando de sexo. Definitivamente, estamos leyendo-de un blog a otro- más que sexo. Margaritas.

nt dijo...

:o !