larga hora y media me espera, pato se va a otra habitación a ver el partido de river y me deja en la suya grabando discos; dice que tengo para dos días y medio con todo lo que elegí robarle y creo que tiene razón. mientras escucho rinôçérôse e intento bajar el último disco de justin, me acomodo en la cama y me pongo a teclear. el itunes se amotina y no puedo seguir bajando pero forzar salida > volver a abrir > seguir bajando.
pato se encontró un billete de 50 pe en el bolsillo del pantalón y decidimos que vamos a festejarlo saliendo a comer a un buen restaurante; no hay muchos en salta y elegiremos entre dos de los cuatro que le recomiendan siempre en el hotel donde trabaja. elegimos entre esos dos porque queda uno frente al otro.
no, salta no es tan chico. o si, depende. todo depende. y no de según como se mire sino de como se quiera mirar.
los extranjeros con sandalias en los pies y cámaras caras colgando del cuello se pasean por la peatonal y las calles adoquinadas con una impecable sonrisa en la cara. para mi, antigua y auténtica odiante del hermetismo de estas tierras, salta fue y será siempre la ciudad cerrada y cuadrada en la que me vi crecer, en la que vi crecer rumores y en la que creció, a la par, la gente que hacía correr esos rumores.
desde los comienzos de mi adolescencia y hasta que me fui a estudiar a córdoba, me tocó moverme por un círculo social en el que la gente se aburre muchísimo y se dedica, a modo de entretenimiento, a hablar mal de los demás. salieras donde salieras, anduvieras con quien anduvieras. si te movías en el círculo en el que yo me movía, de ti se hablaba. sobre todo si decidías, como yo, hacer de tu culo un candelabro y pasar de todo el mundo. de como te vestiste para salir el sábado, de con quien saliste, de con quien te fuiste, de lo que tomaste y de lo que dejaste de tomar, todo. el lunes ya todos lo sabían todo, lo que habías hecho y lo que no también. lo único que había que hacer era dejar de moverse por ese círculo, pero seguía yendo a uno de los colegios católicos más caros y caretas de la provincia, no era tan fácil.
cuando se me ocurrió, a los 16, empezar a salir con un tipo de 30, se me quemaron los papeles. aunque no tanto a mi como a mi mamá.
se enteró por una vecina que nos vio en el auto una noche, él me estaba "manoseando". ha pasado el tiempo y no logro encontrar en la memoria el momento en el que nos puede haber visto, pero no lo negaría porque es más que probable que así haya sido. el negro manoseándome, sí. mi vieja unió eso al hallazgo de pastillas anticonceptivas en el cajón de mi escritorio y se selló mi sentencia.
subíamos con laura al cerro san bernardo, como tantos, por deporte; él subía con dos amigos y una tarde nos encontramos. cuando lo vi me gustó, aunque todos y cada uno de los que lo han visto no lo puedan creer porque (dicen) es impresentable: yo me enamoré.
al "¿que le viste?" lo respondí más que nadie en este mundo. no se que le vi, me gustó. ¿en que piensa una pendeja a los 16? en nada.
el negro tenía en el bolsillo, por el peso de los años, varios titulados en chamuyo y labia y no me pude resistir. nunca más cierto que sabe más el diablo por viejo que por diablo.
me invitó a pasar por la peluquería en la que trabajaba, me invitó a escuchar música de su mega stereo en su ka blanco, grabó mi número y mi nombre en su mini celular negro; a mi me temblaban las piernas.
el día de la primera vez, una tarde de agosto y después de un mes de andar dando vueltas, me pasó a buscar por el colegio a la salida de la clase de educación física. entre las medias futboleras, las de lycra, la calza abajo del short y el short mismo, le debe haber costado bastante trabajo desnudarme pero lo consiguió y ahí estábamos los dos, en la habitación 27 de un motel lejos del centro, haciendo esas cosas de las que hablaban algunas compañeras que me llevaban ya unos años de ventaja. me acuerdo que volvimos en el auto agarrando los baches de la ruta a altas velocidades y escuchando una canción del flaco spinetta que nunca me dejará de gustar. me acuerdo de mi cabeza pegando contra el techo, de mis pies descalzos saliendo por la ventanilla y del retrovisor dirigido hacia él, le encantaba mirarse.
aterrada ante la presencia de este ser espantoso en mi vida, mi mamá decidió al principio persuadirme. me sentó en la punta de la mesa de la cocina e intentó convencerme por las buenas de que un tipo así no me convenía, de que no podía tener buenas intenciones con una nena como yo, que por favor no lo viera más, que lo hiciera por ella y que lo hiciera por mi. yo le dije que sí, le creí las historias que (me contó) le habían contado y decidí no verlo más, pero el ser espantoso tenía varios ases bajo la manga.
que estaba enamorado de mi, me amaba, ¿como no le iba a creer ? a él, que tanto se jugaba por mí, que siempre me daba buenos consejos, que nunca me fallaba, ¡¡ a él !! que mala había sido, no podíamos separarnos; mi mamá no se enteraría, seríamos discretos.
la discreción nos duró un mes y en diciembre me volvieron a sentar en la punta de la mesa, esta vez ya con mi padre presente y al tanto de todo. tras un segundo intento (fallido) de persuasión, se implementaron en casa ciertas normas que el ser espantoso y yo debíamos cumplir a rajatabla si queríamos que la aventura siguiera su curso. me dejaron bien en claro que no estaban de acuerdo con mi empresa pero me comunicaron también que no les parecía pertinente esposarme a la pata de la cama porque entendían que, de todos modos, me saldría con la mía. y él con la suya.
se pautaron horarios de entrada y salida, horarios para llamar, horarios para irse a dormir, imposibilidad de discontinuidad para con los anticonceptivos y mi asistencia obligatoria y sin chistar una vez por semana a una recomendada terapeuta.
al blanquearse la situación y hacerse oficial la relación, no faltó mucho para que nos convirtiéramos en carne de cañón. yo, sobre todo. la pendeja arrastrada y el peluquero de 30 se paseaban rozagantes por los lugares más concurridos de la ciudad y conformaban uno de los mejores chismes de la semana, semana tras semana, les encantábamos a todos. la verdad es que nos encantaba encantarles. mi mamá sufría por los rincones, asumo que mi papá también, mi hermano nico se mantuvo neutral, el más chico era demasiado chico para opinar.
a pocos meses de comenzar el quinto y último año de secundaria, compramos con mi vieja una guía de todas las carreras y universidades del país, y yo decidí que quería ser licenciada en relaciones públicas, aunque no sabía muy bien que era eso exactamente. como era una carrera que solo se dictaba en córdoba y en buenos aires, y buenos aires es muy peligroso y muy caro, mi destino estaba cantado. la decisión de lo que quería estudiar le devolvió la sonrisa a mi madre porque sabía que el ser espantoso no vendría conmigo, y así la pesadilla se daría por acabada. pero ese año nos enteramos que la universidad católica de salta había incorporado, entre varias carreras, la de relaciones públicas y que estaría ya vigente para cuando me tocara comenzar a estudiar.
el ser espantoso (mejor conocido como el negro) festejó su triunfo y me veía ya como a la madre de la martina y el fabrizzio que queríamos tener: si había rrpp en salta no tenía porque irme a córdoba. pero yo no lo veía así, no me quería quedar.
estaba enamorada, enamoradísima, caída rendida a sus pies y besaba el suelo que pisaba, pero me quería ir.
mi vieja agudizó las sesiones con la psicóloga, una mujer enorme, muy simpática y neutral que no le encontraba sentido a la historia y cada que podía me lo hacía ver. el negro agudizó su tortura acusándome de infidelidades futuras si me iba y lo dejaba solo, no me podía ir porque se terminaba todo. se terminaba todo. a base de evitar hablar del tema, conseguimos pasar cierto tiempo en una suerte de paz que poco duró.
a la vuelta de unas vacaciones en familia en iquique y tras irrumpir ilegalmente en mi cuenta de email, el negro se enteró de un breve e infiel desliz (un beso) con un chico que me sacudió las estanterías durante cuatro días en la playa. se inventó una historia y sin confesar la irrupción en mi cuenta, me dijo el mismo día de mi cumpleaños 17 que me había descubierto y que lo había convertido en el hombre más infeliz del mundo. ahora sí se terminaba todo.
al día siguiente, sin embargo, pasó a buscarme por el colegio y me contó que el método infalible para obtener su perdón era quedarme a estudiar en salta. aunque seguía estando enamorada, enamoradísima, y aún caída rendida a sus pies y besaba el suelo que pisaba, mi respuesta fue negativa, y en ese momento el amor se convirtió en un infierno.
siguieron meses terribles de engaños repetidos por su parte y la negativa absoluta de mis padres a seguir soportando tal calvario y por consiguiente la negación del saludo y todo lo que ello conlleva, de parte de los cuatro. la convivencia en mi casa era insoportable y la relación con el negro cada vez menos sostenible. todo finalizó en una ruptura definitiva en la peluquería, peleas histéricas e irracionales en público y algunos meses de movidas extrañas y juegos sucios a los que decidí, por mi bien (pero después de un tiempo), no suscribirme.
arsenal le ganó a river por penales y nos vamos con pato a gastar el oportuno billete en una buena cena. no hay mucho más que decir, solo que seguimos curtiendo algunos años más ya por la simple continuidad de la auto flagelación hasta que yo me cansé y corté por lo sano, creo que nos cansamos los dos. si no me equivoco, al día de la fecha él está casado y cuenta, por lo menos, con un hijo en el haber. yo, más soltera que nunca, cada vez pienso más en la posibilidad de no tenerlos nunca.
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2 comentarios:
Nunca entendí a las chicas de dieciseis años. Muy buena historia la del Negro! Lindo blog, voy a recomendarlo.
gracias nano !
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