miedo

cierro los ojos y vuelvo a estar parada de espaldas a la persona que el destino me puso en el camino para robarme mi libertad, mi intimidad; por un momento pensé también que esa sería la persona que me quitaría la vida y afortunadamente me equivoqué porque aquí estoy. en ese momento, en ese momento único y frágil y espantoso todo lo que hago es repetirme a mi misma una y otra vez que no puedo creer lo que me está pasando, que no puedo creer que me esté pasando a mi, intento pensar en otra cosa, quiero pensar en otra cosa, quiero pensar que se va a terminar ahora, que tengo que pensar en otra cosa y me acuerdo de mi profesor de psicología social, el que nos contaba de su experiencia trabajando con enfermos mentales y con violadores y me acuerdo de mi profesor de psicología social diciéndonos que un violador no puede disfrutar de una relación sexual normal y encuentra placer en el sometimiento y en el sufrimiento de la persona a la que somete y entonces no lloro, ni me resisto, ni le pido que pare o que me deje ir, no hago nada y cierro fuerte los ojos y hago de cuenta que no hay dolor, que no pasa nada, que ya se termina y pienso que se va a terminar y que me voy a ir y que no tengo que llorar, que tengo que ser fuerte porque todo se puede poner peor con cada súplica y con cada lágrima y no suplico ni lloro. no lloré.
después de tres años, mi mente se ha encargado de tapar con mucho ruido los detalles, las imágenes y los sonidos, pero sé que si hago un mínimo esfuerzo puedo acordarme de todo, de absolutamente todo, porque no se trata de olvidar y porque tapando solo consigo no recordar nada de todo lo que no quiero recordar, porque el recuerdo me duele como no me duele nada en este mundo y no me quiero acordar porque cuando me acuerdo el corazón me late con violencia y las piernas se me aflojan y mi cabeza podría explotar ahora mismo pero eso no pasa. yo sigo acá, sentada en mi silla con un almohadón de asiento y una almohada de respaldo, frente a mi computadora y contando algo que no puedo contar porque me duele. me lo cuento a mi misma porque las manos se mueven y necesito sacarlo pero no puedo contarlo porque mi boca se cierra y no puedo hablar. es que simplemente no puedo. la mandíbula se me traba como a un perro furioso y aprieto los dientes fuerte como si de algo sirviera, estoy descargando mierda de la forma en la que el cuerpo me lo permite porque no me deja hablar. no podría, lo sé muy bien y en esto soy absoluta e irreductible, no podría jamás volver a superar algo así. el equilibrio mental que consigo mantener en mi día a día no aguantaría el peso de otro atentado a mi persona, se me iría todo literalmente al carajo. y eso es lo que me moviliza, eso es lo que me mata, eso es lo que no puedo superar, no puedo con el miedo. me paraliza, me destruye desde lo más profundo de mi mente y se amotina en mi cuerpo como no lo hace nada. no tengo dentro un sentimiento más fuerte que el miedo, y lo odio. y tengo que encontrarle alguna solución, y tengo que comenzar por hablar, pero no puedo. no puedo hablar, no puedo pedir ayuda, no me puedo ayudar. lo peor, lo peor de todo, es que hoy, después de tres años, tampoco lloro.